mayo 19, 2024

Una regla de vida para alcanzar la santidad

Hoy 11 de enero es la Fiesta de SANTO TOMÁS DE CORI (1655-1729)

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SANTO TOMÁS DE CORI (1655-1729)

Sacerdote profeso de la Orden de Hermanos Menores. Fue pastor antes de hacerse franciscano. Pasó la mayor parte de su vida religiosa en el santo retiro de Bellegra, dedicado a la oración, centrada en la celebración y contemplación de la Eucaristía, a la predicación por los pueblos y ciudades del Lacio y a la fraterna atención de sus hermanos y de los fieles en sus preocupaciones de cada día.

Nació en Cori (Latina, Italia) el 4 de junio de 1655. Tuvo una infancia marcada por la pérdida prematura de su madre, primero, y de su padre, después, quedando solo a los catorce años. Trabajó como pastor. Casadas sus dos hermanas, pudo seguir la inspiración que desde hacía algún tiempo guardaba en el silencio del corazón: pertenecer completamente a Dios en la vida religiosa franciscana. Había conocido a los Frailes Menores en su misma ciudad. Hizo su año de noviciado en Orvieto. Ordenado sacerdote en 1683, fue nombrado inmediatamente vice maestro de novicios en el convento de la Santísima Trinidad, de Orvieto.

Poco tiempo después, fray Tomás oyó hablar de los Retiros que comenzaban a florecer en la orden y de la intención de los superiores de la provincia romana de instaurar uno en el convento de Civitella (hoy Bellegra). Su petición fue acogida y el joven fraile llamó así a la puerta del pobre convento en 1684, diciendo: «Soy fray Tomás de Cori y vengo para hacerme santo».

Desde entonces permaneció en Bellegra hasta la muerte, excepto seis años (1703-1709), en los que fue guardián en el convento de Palombara, donde instauró el Retiro, según el modelo de Bellegra. Escribió Reglas para uno y para otro, que él fue el primero en observar cuidadosamente.

Su vida se puede resumir en oración, evangelización y caridad exquisita.

La oración animó toda su vida. El aspecto más evidente de su vida espiritual fue sin duda la centralidad de la Eucaristía, testimoniada en la celebración eucarística, intensa y participada, y en la oración silenciosa de adoración en las largas noches de retiro, después del oficio divino celebrado a medianoche. Su vida de oración estuvo marcada por una aridez persistente de espíritu. La ausencia total de una consolación sensible en la oración y en su vida de unión con Dios se prolongaría durante más de cuarenta años, y a pesar de ello nunca perdió la serenidad.

Tomás no olvidó el bien de sus hermanos y el corazón de la vocación franciscana, que es apostólico. Recorrió comarcas y ciudades, anunciando incansablemente el Evangelio, administrando los sacramentos y realizando milagros, signo de la presencia y cercanía del Reino. Su predicación era clara y sencilla, persuasiva y fuerte. No subió a los púlpitos más ilustres de su tiempo, se limitó al ámbito de la región del Lacio, viviendo su vocación franciscana de opción concreta por los más pobres.

Ante las resistencias de algunos hermanos en su deseo de reforma y de radicalidad al vivir el ideal franciscano, Tomás supo responder con paciencia y humildad. Había comprendido muy bien que toda auténtica reforma comienza por uno mismo.

El notable epistolario que nos ha legado demuestra la atención de Tomás a las más pequeñas expectativas y necesidades de sus hermanos y de tantos amigos, penitentes y frailes que se dirigían a él para recibir un consejo. En el convento demostró su espíritu de caridad en la disponibilidad a cualquier necesidad, incluso la más humilde.

Murió el 11 de enero de 1729. Fue beatificado por el papa Pío VI el 3 de septiembre de 1786, y lo canonizó Juan Pablo II el 21 de noviembre de 1999.

De la homilía de Juan Pablo II
en la misa de canonización
(21-11-1999)

Tomás de Cori, sacerdote de la Orden de los Frailes Menores, fue imagen viva del buen Pastor. Como guía amoroso, supo conducir a los hermanos encomendados a su cuidado hacia las verdes praderas de la fe, animado siempre por el ideal franciscano.

En el convento mostraba su espíritu de caridad, siempre disponible para cualquier tarea, incluidas las más humildes. Vivió la realeza del amor y del servicio, según la lógica de Cristo que, como canta la liturgia de hoy, «se ofreció a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora en el altar de la cruz, consumando el misterio de la redención humana» (Prefacio de Jesucristo, Rey del universo).

Como auténtico discípulo del Poverello de Asís, santo Tomás de Cori fue obediente a Cristo, Rey del universo. Meditó y encarnó en su existencia la exigencia evangélica de la pobreza y la entrega de sí a Dios y al prójimo. De este modo, toda su vida aparece como signo del Evangelio y testimonio del amor del Padre celestial, revelado en Cristo y operante en el Espíritu Santo, para la salvación del hombre.


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